El otro día mi cuñada me preguntó que era Facebook, a raíz de un chabón en un curso al que asiste le preguntó si estaba en Facebook, e incluso le dijo que podía facebookearlo por su nombre. Si, si, leyeron bien: podía facebookearlo.
Que una página de internet logre insertar un verbo en el vasto mundo del lengüaje es, para mi, el máximo logro al que puede aspirar una .com, por todo lo que significa. Google lo hizo, y ahora buscar en internet no es buscar en internet, es googlear.
Si, ganan millones; si, nos conectan a todos y demás; pero convertirse en un verbo es mojarle la oreja a la Real Academia Española, es reconocer una palabra fea, anti-establishment lingüistico, porque hubo un antes y un después de esa página, un invento único que merece, por ser único, un verbo propio que englobe lo que hace, porque no existe, en el vasto universo de la lengüa escrita, una palabra que lo haga. 2000 años de evolución, y el lengüaje se quedó corto.
Pero Google es Google. No conozco una persona a la cual Google no le haya simplificado la vida. ¿Y Facebook? ¿Para qué sirve? Le hice esta pregunta a seis personas que conozco que están en Facebook, "una de las redes sociales más populares en Internet", según la definicón más extendida. Esta fue la respuesta más específica: "Para hacer mini-tests". Aha..., ¿y sobre qué? "Huevadas, como qué super héroe serías, que personaje de Dysney serías. Cosas así".
Algunos contestaron sandeces como "para estar en contacto con tus contactos", pero más allá de esto nadie me contestó con precisión de cirujano para qué sirve Facebook, sobre todo ante la existencia del teléfono, el celular, el mail, los blogs y demás. Pero como intento ser lo menos terco posible, imagino que alguna utilidad tiene..., bah, mejor dicho: tiene una utilidad.
Pablo Maas da en su blog algunos datos del fenómeno y el negocio de Facebook. Pero lo mejor es que cuenta la trastienda: el negocio de la publicidad en la web 2.0. Algo queda claro: Facebook vale US$ 15.000 millones no por lo que ofrece, sino porque sedujo a 50.000.000 de boludos. Ese es su verdadero capital: 50.000.000 de boludos que se suscribieron a una página e hicieron multimillonario a un nene de 23 años, que puede darse el lujo de tomar Dom Perignon en cualquier lugar del mundo cada semana de su vida por el resto de su vida.
PD: ayer me suscribí a Facebook.
jueves, 21 de febrero de 2008
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