Leí casi todo lo que se puede leer sobre el paro del campo, o lock out, según la posición que se tome. Las posiciones a favor hablan de la enorme rentabilidad del campo, la necesidad de que hayan alimentos baratos, redistribuir el ingreso y que se produzca más carne, leche y trigo. Fenómeno. Las posiciones en contra dicen que es una medida fiscalista, confiscatoria, y que el gobierno nacional no tiene idea de la realidad del agro. Fenómeno.
No escuché nadie decir cuál es la rentabilidad promedio del agro, cuál la de los grandes productores y cuál la de los pequeños. ¿Ganan más en relación con el capital que invirtieron que una empresa de software, un kiosco, una multinacional o una pyme que fabrica tuercas? Y si no es así, ¿hay que cargarle más impuestos a todos ellos?. No escuché a nadie decir que para redistribuir no sólo hay que recaudar más de los que más tienen, sino gastar más en lo que menos tiene (y gastar bien). Sólo JJ Llach habló, por estos días, de una solución lógica, racional y equitativa: dejar de joder a la producción y subsidiar directamente el consumo. O sea, una solución que suma, no una que suma cero.
Pero CFK parece más preocupada en resguardar la caja (sobreprecios, compra de intendentes, clientelismo, fiesta de subsidios a empresas amigas, populismo, estatizaciones, y, claro, salud, educación, justicia y administración gubernamental) y darle máquina a la centrifugadora a la cual se ha sometido a la opinión pública en los últimos cinco años y que, obviamente, lleva inexorablemente a la resurrección de viejas antinomias, cacerolas y patotas que alimentan la violencia. No coincido en todo lo que dice Tenenbaum, pero en algo tiene razón: estamos todos locos.
Ideologizar para dividir; dividir para reinar.
CFK leyó a Maquiavelo. Pero igual no entiende nada.
lunes, 31 de marzo de 2008
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