miércoles, 22 de octubre de 2008

Merval, el sepelio

(una necro inesperada)

Con hondo pesar el sector financiero despidió hoy al Merval, un mercado pequeño, humilde, muy regulado como para haber llegado a ser un mercado de capitales con todas las letras, víctima también de la desconfianza generalizada del pueblo, que ninguneaba sus operaciones con el mote de "timba", pero lleno de compañías con sueños de prosperidad.

El Merval nació en 1929, pero fue recién en la ahora denostada década de los '90 que vivió sus años de gloria. Las privatizaciones, la desregulación y la apertura de la economía, y la creación del agónico sistema de capitalización lo vistieron de dólares y empresas pitucas. Fueron años de oro, con mañanas y tardes de trading y noches de habanos y whisky escocés.

La caída de la convertibilidad lo hirió, pero no de muerte. El auge de las commodities trajo una nueva oleada de inversores, más cercanos y arriesgados, que se animaron a pesar de eso que los analistas chulos llaman el "riesgo argentino" o la "inseguridad jurídica". Fueron otros años dorados, en los que la caipirinha reemplazó al whisky.

Pero luego un señor patagónico, un amigo al principio, se dio cuenta un día que le faltaba plata y dio al final el golpe de gracia. Se llevó a los principales clientes del mercado. Lo vacío. Quedaron unos pocos ahorristas ingenuos que corrían de un lado para otro gritando "¡vendo!..., ¡vendo!", mandaban órdenes a sus traders por correo, los llamaban insistentemente por teléfono. Pero nadie contestaba. O constetaban con lágrimas y lamentos.

El Merval se fue un primaveral 22 de octure de 2008. Sus seres queridos lo recuerdan con cierta nostalgia. "Nunca lo dejaron crecer en serio", repetían al unísono. "¿Quién iba a creer en él en un país dónde nadie cree en nada?", se preguntaban entre lágrimas y abrazos desconsolados.

Algunos, los más optimistas, aventuraron su regreso. Recordaron la dureza y tosudez del mercado y los eternos retornos que sólo la Argentina supo gestar (Maradona, Soda Stereo, Aerolíneas Argentinas, Nicolás Repetto...). Los más pesimistas dieron rienda suelta a su angustia. Lloraron a gritos la pérdida, maldicieron la crisis financiera..., y pidieron el número de teléfono de la Anses.

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