Hubo final hollywodense. El hombre, un mito latente, un desconocido hace tan sólo cuatro años, se paró ante la multitud después de dar pelea todo el año y robó lágrimas con su mensaje desbordante de optimismo y sus poderosos remates "yes, we can". El más inspirado de los guionistas no lo hubiera armado mejor en la ficción.
Los jóvenes, los hispanos y los "grandes centros urbanos" votaron masivamente. Y lo hicieron, en su mayoría, por Obama. No fue lo que ocurrió hace cuatro años, cuando los Estados Unidos profundo, de iglesias blancas, pensamiento simple y espíritu conservador y recalcitrante le dio cuatro años más a George W. Bush en la Casa Blanca.
Sobran los análisis y los debates sobre el alcance o el trazo en la historia que dejó la jornada de ayer. Vamos, entonces, a la marca que sobrevivirá a la impermanencia. La marca de Obama: su mensaje. La electricidad y la vibración que genera su prédica. Eso es lo que la gente recuerda. Esperemos que en este caso no sea lo único. Por ahora, sus dos momentums: hace cuatro años, y ayer.
miércoles, 5 de noviembre de 2008
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