martes, 24 de febrero de 2009

De paseo por D.C.


Si en un tema tengo una posición firme e inclaudicable, es en la intervención del Indec. Fue una maniobra grosera, inútil, incosistente e irresponsable. Un verdadero crimen K.

Pero no sólo el país perdió información, un organismo valioso y respetado, prfesionales serios y prestigio por plata que a la larga va a terminar pagando. También se distorsionó un poco más la noción de qué es torelable y qué no.

Para colmo, uno tiene que soportar como se puede que los tres mosqueteros del crimen (Norberto Itzcovich, Ana María Edwin y Beatriz Paglieri) vayan a representar al país a Washington, donde los recibió y acompañó Héctor Timmerman, hijo de un gran periodista. ¿Qué diría Jacobo del cinismo que desplegó su hijo ayer al defender el IndeK?

Moderators

La figura del moderador era ajena al mundo virtual hasta que una mente sagaz de este siglo se preguntó: "¿Qué onda si dejamos que la gente comente las notas?". Nada fue igual desde entonces. Ahora es moda. O más que moda, se ha convertido en un estándar de los medios digitales. Un medio digital se actualiza, tiene texto, imágenes y videos, y, ahora, está "abierto a los comentarios de sus lectores".

El moderador puede ser visto de varias maneras. Para los lectores, suele estar más cerca de los tribunales de la Inquisición que de loes tiempos modernos. Es un censurador, un operador, un destructor de opiniones, un verdadero moderator. Para algunos periodistas, el moderador está más cerca del enfermero que reparte Rivotril en un manicomio. Busca, aunque muchas veces sin éxito, establecer equilibrios.

Todas esta sanata viene a cuenta de un post de Ernesto Tenenbaum en su blog, sobre una nota de Sebastián Campanario, acerca de una suerte de sediento revival por las ideas del gran Carlitos Marx, como llamaba mi profesor de historia económica al filósofo alemán. El debate que ambos instalan está bueno. Pero creo que Tenembaum, un profesional al que respecto mucho, exagera. Lo que se dice que se va de mambo. Un toque nomás, pero se van de mambo al fin.

Arranca con la nota de Campanario, reconoce implícitamente que no entiende qué está pasando, toca la nacionalización del Citi, dice que si eso pasa "todo puede llegar a ocurrir" y la termina calificando de "nabo" a Fukuyama por lo de "el fin de la historia". Bajemos un cambio Ernesto, y todos los que ansían escribir la necro del capitalismo y el nacimiento de una nueva era.

No pasó con la Gran Depresión, no pasó cuando se cayó el Patrón Oro, no pasó con dos Guerras Mundiales ni con la Guerra Fría, cuando el comunismo amagó con tener una chance, no pasó con el 11-S ni cuando se jubiló Greenspan. No va a pasar. Basta de sanata, cabeza fría y análisis.

A nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer. Punto. Una excepción, quizás, se da cuando uno está enfermo, quemado, fundido, demacrado, deprimido. Lo que se dice hecho polvo, envuelto en un ciclo vital donde todo parece derrumbarse dejando sólo el sabor agridulce de los excesos del pasado.

Así está el capitalismo ahora. "No hay problema hijo, papá Estado te va a cuidar y se va a hacer cargo... ¿Te entusiasmaste con la vida? ¿Se te fue la mano con el chupi y la pachanga? No te preocupes, te pongo tres trillones de dólares o lo que haga falta, pero te banco hasta que te recuperes".

Como dijo Obama, ese momento llegará. Nadie sabe bien cuándo. Pero un día, el mercado, el capitalismo, y sus vanidosos, ambiciosos, ostentosos empresarios, banqueros e inversores van a volver a rendirse frente a la avaricia y volverán a sus andadas. Pasó antes; pasará ahora. Y cuando eso pase, el bueno de papá Estado les va a soltar la mano. Porque es lo que hace un padre. Y, sobre todo, porque va a estar ocupado pagando los tres trillones de dólares que le costó poner a su bebé de vuelta en la pista, mientras intenta a a la vez reducir la pobreza, evitar el cambio climático, mejorar los servicios de salud, pagar salarios y jubilaciones, combatir al terrorismo, etc, etc.

Hay una crisis. Y como en toda crisis, hay situaciones expcecionales. Una de ellas es que muchos gobiernos le están dando plata a sus empresas a cambio de las acciones de esas empresas. Lo hacen porque es la única manera de evitar que la debacle sea mayor. Y en muchos lo hace emitiendo deuda que compran otros gobiernos o los inversores que todavía tienen plata. Cuando la crisis pase, la rueda va a dar vuelta en el otro sentido. El Estado venderá, recuperará fondos y pagará la deuda.

El capitalismo no ha muerto. Simplemente se tomó un respiro. Claro que cuando termine su breve pasó por la terapia intensiva ya no va a ser el mismo. Pero no va a ser tan distinto. No se va a convertir al comunismo. Ninguna crisis económica, por más severa que sea, borra 2000 años de progreso. Eso sólo lo logran los meteoritos tipo el de Armageddon.

jueves, 19 de febrero de 2009

Mala onda

El economista más famoso de la crisis, Nouriel Roubini, dijo en su blog que existe un riesgo creciente de que el bajón actual adopte la temida forma de una "L": una recesión larga con deflación, similar a la que atravesó la Argentina hasta la devaluación de 2002. De hecho, apunta que la economía global está en "caída libre" y que lejos de frenarse, la crisis se está acelerando. Mala onda. Pero este muchacho no se equivocó antes... (mejor entonces ponerse el casco)

jueves, 12 de febrero de 2009

Ladris primermundistas


Hoy salió publicada esta foto en La Nacion. Si algunos de ustedes le quería poner cara a la codicia sin freno, la ambición desmedida, la lujuría monetaria y la irresponsabilidad que muchos bancos mostraron y que ayudó a generar y profundizar esta crisis, ésta es su foto.

Están (aunque no es el orden de la foto) Kenneth D. Lewis, del Bank of America; Robert P. Kelly, del Bank of New York Mellon; Vikram Pandit, del Citigroup; Lloyd C. Blankfein, de Goldman Sachs; John J. Mack, de Morgan Stanley; James Dimon, de JP Morgan Chase; Ronald E. Logue, de State Street, y John G. Stumpf, de Wells Fargo. Todos fueron al Congreso de Estados Unidos para decir en qué se gastaron la plata del rescate, conocido globalmente como bailout.

"We are sorry for it", se disculpó Mack, según cuenta el NYT. Pandit, del Citi, propuso rebajar su salario a US$ 1 este año (banca con lo que ahorró el anterior, imagino...) y asumió la responsabilidad por el "error" del Citi de evaluar la compra de un avión... cuando recibían plata del rescate!!

¿Qué hubieramos dicho acá si el Gobierno proponía entregar hasta $ 2000 millones a estos muchachos para reactivar la economía? (No es que tengan muchas opciones, tampoco)

martes, 10 de febrero de 2009

jueves, 5 de febrero de 2009

Kajeros

Destacando los puntos salientes de una entrevista que le hizo al economista Miguel Bein, Ernesto Tenebaum tira una frase que resume muy bien la importancia (política, económica, histórica y estratégica) de uno de los mayores logros kirchneristas: la caja.

"La obsesión K por el superavit fiscal es una marca de época: empezaron los chilenos, siguieron los brasileños y ahora la aplicamos los argentinos. Parece haber consenso entre todas las fuerzas progresistas en aquel postulado conservador que nunca cumplieron los conservadores, en aquella vieja recomendación del FMI que nunca cumplieron los gobiernos que siempre aplaudía el FMI: la platita, la caja, hay que cuidarla."

De la Rúa, probablemente el presidente más conservador del siglo pasado, quiso cuidar la caja, pero lo hizo mal y despues ya no quedó caja para cuidar. Ni Perón, ni los sucesivos gobiernos militares (creo que es justo decir que a ningún uniformado que se haya arrimado al poder se lo puede acusar de progresista), ni Menem cumplieron con la máxima conservadora a la que hace referencia Tenenbaum: ahorrar, si puedo; gastar sólo lo que tengo, si no queda otra.

Hay un manejo fiscal muy prolijo desde lo administrativo. Esto es, vale decirlo, virtud de un hombre al que no parecen sobrarle virtudes: Carlos Fernández. Los números, que nadie ha puesto en duda todavía, cierran como una cajita china. Si se recauda más, se gasta más. Si se recauda menos, se paga menos. A fin de año, 3,2% del PBI de ahorro garantizado. Redondo.

Pero hay también tres puntos oscuros. El primero tiene que ver con que para cerrar los números de este año, para cuidar la caja, el Gobierno no dudó en manotear la plata de los jubilados. Eso fue mala onda. Puso a varios con los pelos de punta, recargó la fuga de capitales, pinchó el consumo. Terminó por instalar la idea, confirmada después por los tarifazos para recortar subsidios, que al kirchnerismo le importa la caja y nada más que la caja. Es el único principio inquebrantable, la única ideología inalterable. El resto es negociable.

El segundo tiene que ver con que la estructura impositiva que sostiene la caja es horrible. Es ineficiente, es inequitativo y está lleno de agujeros negros. Encarar una buena reforma impositiva es más fácil si se tiene caja. Pero sólo hubieron retoques (suba del mínimo, chau a la tablita, subibaja en retenciones) y ningún cambio de fondo. ¿Por qué? Porque la eficiencia y la equidad no importan tanto como la caja (punto uno reloaded).

El tercer punto viene del interior y de afuera. Que el gobierno nacional haya sido prolijito hasta ahora es una virtud. Pero no jodamos: ser prolijo con la soja a US$ 600 y la economía creciendo al 8% tampoco es una misión imposible. Ahora, con las provincias cayendo en déficit como si fueran fichas de un dominó justo en un año electoral, la soja titubeando por los US$ 350 y la economía tratando de zafar de la recesión en medio de la debacle global, se van a ver los pingos. Enero no fue bueno: la recaudación creció al 11% y la coparticipación a las provincias al 1,5%.

¿Cómo pasarán el invierno los kajeros?