martes, 24 de febrero de 2009

Moderators

La figura del moderador era ajena al mundo virtual hasta que una mente sagaz de este siglo se preguntó: "¿Qué onda si dejamos que la gente comente las notas?". Nada fue igual desde entonces. Ahora es moda. O más que moda, se ha convertido en un estándar de los medios digitales. Un medio digital se actualiza, tiene texto, imágenes y videos, y, ahora, está "abierto a los comentarios de sus lectores".

El moderador puede ser visto de varias maneras. Para los lectores, suele estar más cerca de los tribunales de la Inquisición que de loes tiempos modernos. Es un censurador, un operador, un destructor de opiniones, un verdadero moderator. Para algunos periodistas, el moderador está más cerca del enfermero que reparte Rivotril en un manicomio. Busca, aunque muchas veces sin éxito, establecer equilibrios.

Todas esta sanata viene a cuenta de un post de Ernesto Tenenbaum en su blog, sobre una nota de Sebastián Campanario, acerca de una suerte de sediento revival por las ideas del gran Carlitos Marx, como llamaba mi profesor de historia económica al filósofo alemán. El debate que ambos instalan está bueno. Pero creo que Tenembaum, un profesional al que respecto mucho, exagera. Lo que se dice que se va de mambo. Un toque nomás, pero se van de mambo al fin.

Arranca con la nota de Campanario, reconoce implícitamente que no entiende qué está pasando, toca la nacionalización del Citi, dice que si eso pasa "todo puede llegar a ocurrir" y la termina calificando de "nabo" a Fukuyama por lo de "el fin de la historia". Bajemos un cambio Ernesto, y todos los que ansían escribir la necro del capitalismo y el nacimiento de una nueva era.

No pasó con la Gran Depresión, no pasó cuando se cayó el Patrón Oro, no pasó con dos Guerras Mundiales ni con la Guerra Fría, cuando el comunismo amagó con tener una chance, no pasó con el 11-S ni cuando se jubiló Greenspan. No va a pasar. Basta de sanata, cabeza fría y análisis.

A nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer. Punto. Una excepción, quizás, se da cuando uno está enfermo, quemado, fundido, demacrado, deprimido. Lo que se dice hecho polvo, envuelto en un ciclo vital donde todo parece derrumbarse dejando sólo el sabor agridulce de los excesos del pasado.

Así está el capitalismo ahora. "No hay problema hijo, papá Estado te va a cuidar y se va a hacer cargo... ¿Te entusiasmaste con la vida? ¿Se te fue la mano con el chupi y la pachanga? No te preocupes, te pongo tres trillones de dólares o lo que haga falta, pero te banco hasta que te recuperes".

Como dijo Obama, ese momento llegará. Nadie sabe bien cuándo. Pero un día, el mercado, el capitalismo, y sus vanidosos, ambiciosos, ostentosos empresarios, banqueros e inversores van a volver a rendirse frente a la avaricia y volverán a sus andadas. Pasó antes; pasará ahora. Y cuando eso pase, el bueno de papá Estado les va a soltar la mano. Porque es lo que hace un padre. Y, sobre todo, porque va a estar ocupado pagando los tres trillones de dólares que le costó poner a su bebé de vuelta en la pista, mientras intenta a a la vez reducir la pobreza, evitar el cambio climático, mejorar los servicios de salud, pagar salarios y jubilaciones, combatir al terrorismo, etc, etc.

Hay una crisis. Y como en toda crisis, hay situaciones expcecionales. Una de ellas es que muchos gobiernos le están dando plata a sus empresas a cambio de las acciones de esas empresas. Lo hacen porque es la única manera de evitar que la debacle sea mayor. Y en muchos lo hace emitiendo deuda que compran otros gobiernos o los inversores que todavía tienen plata. Cuando la crisis pase, la rueda va a dar vuelta en el otro sentido. El Estado venderá, recuperará fondos y pagará la deuda.

El capitalismo no ha muerto. Simplemente se tomó un respiro. Claro que cuando termine su breve pasó por la terapia intensiva ya no va a ser el mismo. Pero no va a ser tan distinto. No se va a convertir al comunismo. Ninguna crisis económica, por más severa que sea, borra 2000 años de progreso. Eso sólo lo logran los meteoritos tipo el de Armageddon.

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